domingo, 26 de abril de 2009

Lunamarga






El misterio no estaba en la máscara que era incapaz de socavar su garganta
o en el maquillaje de hielo que algunas veces por las tardesnoche se ponía,
ni tal vez en la tierra hecha polvo que arrasaba impúdico sus pantos negros al compás de una danza azarosa y sombría.
Tampoco importaba el periplo de uno de sus nombres que esa noche no acababa de llegar
o su voz que se arrastraba serpiente y sonora por los caracoles del viento crepuscular.
Ni siquiera vaya,
el secreto estaba en los pájaros de espuma que sus manos densas en las alas del hálito noctífago
sabían dibujar.
El misterio era,
que esa mujer de ojos alfileres y sombrero verde
silencio distante,
pasos pájaro,
telúrico vientre
tenía dos nombres consecuentes



un solo extravío…

Abril 24, 2009
En los caminos de Ecatepec

viernes, 17 de abril de 2009

Se ocupa ser muy lobo

Naturaleza muerta. Miraflores, DF. Lucas Matus



Se ocupa ser muy lobo para ponerle pasos de gitano al camino,

Se ocupa no tenerle miedo a la distancia

para arrancarse de la piel

los vestigios de una ciudad que se derrumba.

Se ocupa quitarle el seguro a las ventanas
para lanzarse al vuelo

y morir en el intento...

Se ocupa…

jueves, 16 de abril de 2009

Piso 19


Sombra

Rambla Mahatma Gandhi, Mtv. Uy. 2008 Lucas Matus



Los otros no ven lo que en realidad somos,
sino lo que nos empeñamos en querer mostrar…



Bruno sintió una vibración catastrófica en su cercanía.
No era el piso lo que se movía convulso,
fue un mensaje de texto lo que lo cimbró.

En ese momento todo giró en el piso 19.
Miró a su alrededor pero nadie parecía estar mareado como él.
Definitivamente era un temblor propio,
cuyo epicentro parecía estar a la izquierda de su pecho.
Por instinto quiso escapar,
huir lejos del inminente derrumbe.

Salió a la terraza con un ancla en los pies para no aventar los ojos al vacío.
Se acercó al borde,
sacó y encendió un cigarrillo,
en tres bocanadas quiso resolver la situación,
pero se sintió como una veleta al viento,
sin sextante y sin Ariadna.

Como pudo llegó hasta el cubo del ascensor.
Una vez ahí y a pesar del vértigo del cisma,
se le dibujó en la boca una sonrisa de ironía.
Miró de soslayo para ver si alguien se acercaba,
sacó de su bolsillo un marcador indeleble
y con mano firme escribió una sentencia sobre el tablero de botones: Descensor.

Desorientado y mudo abandonó el edificio,
salió a la calle justo a un costado de la embajada norteamericana
y escupió dos veces.
Una por el colonialismo
y la otra por la angustia nauseabunda que experimentaba.

Después de caminar sin rumbo sobre el Paseo de la Reforma
se detuvo a escuchar el ruido de sus pasos,
pero no escuchó nada,
como si sus pies no hicieran contacto con el suelo.
Ni siquiera pegando el oído al pavimento pudo escuchar la mínima sombra de algún eco.

Con la certeza de que todo es mentira
incluso hasta la emancipación de la ángel atrapada en su columna,
se fue por ahí,
vacío, hueco,
caminando con sus pasos de fantasma.