viernes, 18 de septiembre de 2009

Nublado

Autor conocido, pero del cual se ignora el nombre, Museo Botero

Bogotá, Col. 2009





Tal vez estoy morado,
serán las nubes…



A breaking down and a multiplication of tissue
Con motivo del título de una obra de teatro y otras cosas





Entiendo la verbigracia de un solsticio sin invierno,
la tristeza de las hojas yertas de un libro sin lectores,
la congoja de una silla fracturada y el claudicante tac tac tac tac de la santa muerte en los callejones del arrabal adentro,
el silencioso gotear del tiempo en las espesas paredes de un barrio sin edad,
las marcas de agua y el degradado a 18 grises en las costras ampulosas de la ciudad,
el rostro ajado, las muecas de dolor y la furia de los desheredados,
la miseria miserable de un banquero devenido en capellán,
los nudos en una garganta atropellada,
las palabras en polvorosa,
la vendetta del veneno de alacrán angostando los últimos sueños
y el desliz erótico de dos miradas al borde de un abismo.

Puedo entender la discusión semántica que se desata entre las capas tectónicas de un continente a la deriva,
la distancia terrible entre dos palabras consonantes y un adverbio proverbial,
el agotamiento del eco,
la efímera bocanada de una botella destapada para mitigar el dolor de un trago amargo,
el miedo de las cloacas de ahogar con sus vapores nauseabundos la muerte lenta de los niñosniñas de la calle,
la incertidumbre de los pasos que van de paso,
la garganta seca del náufrago y sus deseos de morir ahogado en el desierto de un vaso de alcohol de caña,
la nocturna humedad abrazadora de una caja de madera,
las putas mentiras en una boca desconocida,
y el silencio como respuesta.

También puedo entender el salto inmortal de un cangrejo en la sonda de Campeche,
la glosa mineral que se escucha a través de las verjas del cementerio de San Fernando,
el cansancio de la fe sin veladoras,
el rush extásico de Santa Teresa y las lágrimas ardientes de un cirio no pascual,
lo absurdo de las fronteras, la sordera voluntaria, la ceguera colectiva,

la indiferencia tácita de los tachos de basura,
e incluso,
puedo entender la caducidad de las promesas a las primeras de cambio.

Sin embargo…
Hay varias cosas que no puedo entender:

¿Por qué pasó Jacinta Marcial tres años en la cárcel?;

La tortura;

La traición, la mentira, y

La violencia que se ejerce de facto y voluntad en el metro, el colectivo, las calles oscuras, las oficinas y las habitaciones familiares.

¿Alguien puede? ¿Alguien me las podría explicar?


Cuicuilco bocavolcán, Mx
Septiembre 18 2009

martes, 1 de septiembre de 2009

Laberinto

Leonora Carrington


Broca y otros estudiosos,
anatomistas, alquimistas,
buscadores de sueños, quirománticos,
nigromantes y uno que otro necrofílico
(porque para entrarle a la disección de un cadáver se necesita sangre fría...),

se encontraron con que el corazón, la pasión
y la vasa vasorum por la que ésta trascurre,
eran algo así como un laberinto,
pero en cuarta dimensión.

Obsesivos como si los persiguiera la mismísima muerte,
estaban afanados en saber que era el amor,
de donde viene,
a donde va,
porqué duele,
porqué a veces se convierte en silencio,
después en escarcha y luego en olvido,
o sea ¿qué carajos era el amor?

¡Había que entrar al interior de las entrañas de tan extraordinaria víscera!
No, no a liberar al minotauro o a hacerle la malagueña a Dédalo.
Había que develar el misterio del amor y por lo tanto del enamoramiento.

Y entraron.
A la fecha no tenemos razón de si lograron salir…

Lo que hace a un laberinto,

es el muro que delimita lo externo de lo interno.

El amor, como el laberinto,
no es tal si se está afuera;
la acción se da dentro,
el laberinto invita a la acción, a su recorrido,
un recorrido que implica descubrimientos, pero también temor.

Está lleno de vericuetos,
de pasillos ciegos,
de alternativas,
de dudas y de posibilidades.

Es una sierpe que nos guía, nos seduce,
nos amedrenta,

nos acompaña
o nos deja solos.

O tal vez el amor es ella misma,
la laberíntica Ariadna que nos lanza el hilo y lo tensa,
transformándose a sí misma en ese lugar de donde no se puede escapar…

Lucas en el laberinto