viernes, 10 de septiembre de 2010

Epístola absurda para un clown

La nave de los locos... Hieronimus Bosch


Estimado Lucas

…Como siempre me da por compartir mis estados de ánimo con todo mundo, no sé si te molesta que, pura, egoísta y unilateralmente, escriba solo pa contarte mis problemas afectivos, emocionales y hexagonales...

Querido Blas:

Durante una reciente reunión en la Academia, grandes filósofos del futuro inmediato se enfrascaron en una disputa irreconciliable, motivada de acuerdo a la noticia publicada en los diarios locales, a los diversos puntos de vista que cada uno de ellos tenía acerca del apego y desapego, es decir, del egoísmo o de la compartición de los bienes y propiedades de los seres humanos.

Narraba la nota, que un grupo voluminoso más por su corporeidad que por su número, se plantó definitivamente en el argumento de que lo propio es propio y de naiden más, señalando por extensión que, el desprendimiento y compartición tienen indeseables efectos sobre el sujeto dadivoso, no solo emocionales, sino sobre su propio soma (entendido éste como la economía corporal), considerando de manera adicional el progresivo incremento en las tasas del IVA, el IETU y otras medidas impositivas que afectan la pauperoeconomía de los individuos de los pueblos al sur del río bravo.

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A su vez, otro grupo intentaba inútilmente hacerse escuchar en esa torre de Babel.

Su natural pedigree y refinada educación les imposibilitaba a levantar la voz más allá de los 15 decibeles.

Al no lograr ser escuchados, egoístamente optaron por retirarse del conclave, lo cual nos dejó una profunda incógnita; saber cuál era su postura concisa en relación al tema de discusión…

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En eeeeesta esquina le Franchute!!!

en esta otraaaaaaaa le Sardina!!!

Le Sardina tiró un gancho al hígado diciendo, no soy bacalao, pero también tengo aceite.

Le Franchute respondió con un jab acompañado de cierto desprecio culinario al sostener que para las pastas mediterráneas, solo las finas hierbas y el aceite de oliva.

El réferi desesperado por la incróspito de la pelea, cual estrella del pancracio se trepó a la tercera cuerda y desde ahí parado en insólita postura, le pidió al respetable público:

denme una E,

Eeeeeee,

Denme una Ge,

geeeeeee,

denme una O,

oooooo,

denme una I,

iiiiiiiiii,

denme una eSe,

eseeeeee

denme una eMe,

emeeeeee,

denme una O,

ooooo.

En un coro casi infernal, réferi y respetable público, animaron a los púgiles a entregarse sin reservas.

Egoíiiiiismo,

egoíiiiiiiismo,

egoíiiiiiiismo…

Manteniendo el precario equilibrio sobre la tercera cuerda, conminó a los contrincantes a que se dieran con todo, incluso con la cubeta…

Antes de lanzarse al aire y aplicarle una urracarana al cronista de radio, gritó enfáticamente:

¡No se queden con nada, suéltenlo todo, quedarse con las cosas es egoísmo!…

Motivados por tal acto de entrega y heroísmo, los pugilistas se levantaron de los banquillos de sus respectivas esquinas y se dieron con todo.

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Como si la violencia fuera contagiosa, otro grupo trataba inútilmente de intervenir en una riña desatada entre un filósofo verdadero y un desconocido que se había colado en la súpita academia de la más alta cocina, es decir, de la ciencia, disfrazado nada menos que de filósofo.

El falso filósofo acusaba de palabra y obra a uno de los asistentes.

A cada golpe que el falso filósofo propinaba, el filósofo verdadero replicaba, que sí, que en realidad él amaba a Sofía, pero que no era “el” amante de Sofía.

Entre moco, llanto y razonamientos existencialistas, el filósofo verdadero argumentaba sensatamente, que probablemente estaban hablando de Sofías diferentes.

El falso filósofo cegado por la ira y los celos, dando golpes de tirabuzón y también de ciego, neciamente continuó diciendo que no había sofisma (sic) que lo hiciera desistir de sus ganas de matar al amasio de su Sofía…

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Ya ve mi buen Blasso, eso de la compartición depende de lo compartido…

Tonces carnal déjese de preocupancias y platique lo que le inquieta, lo que le absurda la boca, lo que le sueña los quitos, lo que le arde en el corazón.

Pueblo de Tlalpan