lunes, 24 de enero de 2011

De buitres y carroñas


1933-1934, murales en el mercado Abelardo L. Rodríguez
en República de Venezuela, centro histórico, DF
.
…Inocentes como caimanes evadiendo el genocidio,
estúpidamente lentos…

Verónica Núñez Abad





Vomitemos las palabras que nos sobran,
arranquemos las costras inmundas de la indolencia,
defequemos en los sueños mal paridos,
caigamos junto con los buitres sobre los restos blandengues de la sociedad…

Et là-haut, les vautours sont en attente...
En lo alto, están los buitres a la espera


Animal entre los animales,
irracional con conocimiento de causa…

unos y otros nos encontramos apestados
cómplices complacientes hasta la primer ventaja,
después ca´quien por su camino,
a rascarse con las propias uñas,
a morirse de miedo a otro lado.

Escribamos más mentiras insignes para ensalzar las verdades más absurdas,
pongámosle el cepo al chivo expiatorio,
dictemos sentencias de justicia paradójicamente demoledoras e incuestionables,
exoneremos al de las presuntas manos limpias,
al de la corbata de seda y el traje impecable,
porque la verdad nos hará libres;


Refocilémonos en la molicie,
mastiquemos los códigos del horror,
del sacrificio, de la tortura, de la sangre derramada;
porqué lo sabemos bien,
nada humano nos es ajeno.

Instaurada la dictadura del odio,
hagamos oídos sordos,
volteemos la mirada hacia ningún lado,
inventemos eufemismos, palabras cripticas y tecnicismos, pretextos.
Démosle una vuelta más a la tuerca del egoísmo,
cerremos los ojos,
escudemos la cobardía en los mecanismos de defensa que nos venden a la vuelta de la esquina.

Embriaguemos la conciencia,
hagamos el funeral de la constancia
descansemos mórbidamente… que nada, nada tiene importancia…

Henchidos, abotagados, insomnes, parasitados, nerviosos, dopados, pestilentes, recurrentes, dóciles, alarmados, somnolientos, dementes, viejos, cansados, aculturados, inciertos, mustios, pérfidos, indinos, falaces, frágiles, bestiales, inmisericordes, sordos, burdos, indiferentes, cobardes…
¡Hasta la puta madre!

Solacémonos en la espera sentados y gritemos a los cuatro vientos,
impunes, ingenuos, confitados:
¡A mí que no me culpen, que de nada soy culpable!

Hagamos de tripas corazón y a darle vuelo a la hilacha,
que pa morir hemos nacido…

Y una vez moridos,

Llegarán los carroñeros atraídos por la diáspora del espíritu bautizado con ferormonas,
nuestro último aliento de identidad.
El olor de la despedida,
carne eres y en caca te convertirás.

Los cuervos arrancarán con la delicadeza del cirujano,
el brillo de la avaricia, la lascivia,
la cobardía de las cuencas ciegas de la humanidad…
porfiada, gozosamente.

Los buitres se tragarán los apéndices más notorios,
las tripas más podridas,
despacio, sin prisa;
lo sabemos,
la putrefacción es el valor del añejamiento de la vianda,
lo que enrarece el gusto por los sabores más primitivos,
¡Que no es tragar por tragar!
Sino darle libertad
a la quintaesencia de la vida, la Muerte.

Derrumbarán a picotazos la sordera de nuestras paredes,
nos someterán al escrutinio de la disección y el escalpelo,
expuestos los cuerpos a la desnudez más absoluta,
a la inmovilidad feroz de una esquela en la página de sociales,
al anonimato de una estadística,
a las manos con las palmas descubiertas.

Lacerarán sin miedo,
uno a uno los músculos y tendones;
lujuriosos de adrenalina,
devastarán las partes blandas,
saciarán sus oficios
y regurgitarán sin mayor oficiosidad ni reclamo
el alimento para sus crías,
del hombre al hambre,
de la muerte a la vida.

Evocarán la voz del tiempo con sus chillidos,
sus cacareos.
Serán nuestra voz cuando las caretas se derrumben,
Cuando los labios no sean sino el rictus de la ausencia
y en la garganta ya no quepan más recuerdos malheridos,
cuando todos se hayan ido,
cuando no haya más necesidad de compañeros ni testigos,
cuando valgan madre los pretextos
y no nos quede más camino.

Vivir buitre.

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